“Ha
llegado la triste hora de abandonarnos a nuestro propio impulso y a nuestra
sola iniciativa (…) la gravedad de las circunstancias nos obliga a dar la cara,
y sin altanerías ni provocaciones, pero con toda la fuerza que suministran la
razón y el derecho (…)El Federado que en estos momentos sienta temores
personales y ceda ante las amenazas por motivos injustificados, incuba, con
este proceder, el germen del asesino que mañana atentará contra la vida de un
compañero y del que otro día acabará con la del patrono acobardado (…) La
conciencia y la dignidad, en tales casos, no significan otra cosa que mantener
firmes los acuerdos de la clase, elevar el concepto de compañerismo y de unión
a las más puras esferas y estimular, con el afecto y la consideración que se
merece, a esa enorme masa obrera tan indefensa y atropellada en sus derechos
como lo está la clase patronal” Federación Patronal de Cataluña.
Barcelona, 14 de septiembre de 1920[1].
“Según
confidencias recibidas, en la calle de Poniente (no se precisa el número) se
reúnen diariamente en un piso varios anarquistas. El piso en cuestión lo habita
para su cuidado una prostituta. 24 de julio de 1919. Somatent de Barcelona.
Distrito III”[2]

Los historiadores discuten a menudo por encontrar el punto de inicio
de una determinada sucesión de hechos históricos. En este caso ocurre igual.
Para Ignacio León, el punto de partida, sin obviar la situación social y
política descrita en el capítulo anterior, es el 7 de octubre de 1917, cuando
dos obreros matan a Joan Tapias, patrono, en el barrio barcelonés del Clot. Le
acusaban de ser traidor a su clase (fue obrero) y de tratar de impedir la
contratación de gente afín a los sindicatos. Con este asesinato, este autor da
por inicio al pistolerismo que llenaría de sangre las calles durante cinco
años.
Tras la muerte de Joan Tapias, hubo durante el mes cinco nuevos
atentados, entre ellos el primer caso extraño que apunta a las organizaciones
patronales: Trinxet, patrono que había decidido negociar un convenio con los
trabajadores, cae tiroteado en un momento en el que la mayor parte de los
empresarios exigían una postura inflexible en el gremio ante estas
negociaciones. Nada se supo, por otra parte, de los autores.
Tanto la CNT como el espionaje francés reaccionaron. A la sede del
sindicato llegó cierta información a través de la que se destapaba que Bravo
Portillo ofrecía información a Alemania de las rutas de barcos aliados que
salían del puerto de Barcelona, y que luego eran torpedeados por submarinos
alemanes. La acusación se hizo pública a través del periódico “Solidaridad
Obrera”. Bravo Portillo tuvo que defenderse llevando a juicio la acusación.
Perdió, le cesaron en el cargo y pasó un tiempo en prisión. La victoria de la
CNT, aunque recibió financiación para los costes del juicio no determinada,
pero que de nuevo apunta al espionaje francés, le llevó a incrementar su
popularidad. En el verano de 1918 contaba con medio millón de inscritos,
acometiendo su reorganización en base a Sindicatos Únicos de industria,
independientes entre sí.
Los patronos estaban divididos en dos sectores: el textil, con el
Conde de Caralt a la cabeza, más proclive a la negociación con los sindicatos y
a la apertura a reformas laborales; y el de la construcción, con Miró i Trepat,
partidario de la fuerza. Ante los crecientes atentados y huelgas en la
industria, ambos se reunieron con el jefe de Gobierno en Madrid, Conde de
Romanones, que aunque prefería quedar al margen, cedió ante las peticiones de
Milans de Bosch, Capitán General de Cataluña, y del Gobernador Civil González
Rothwos, quienes pedían la suspensión de las garantías constitucionales en la
ciudad hasta reconducir la situación de tensión y que pasaran los ecos de la
revuelta espartaquista alemana. El 16 de enero de 1919 se lleva a efecto la
medida. No había que dar explicaciones de a quién se detenía, por lo que se
llevaron a cabo numerosos arrestos y cierres de locales obreros.
La energía eléctrica barcelonesa era suministrada por Traction Ligth
& Power y Energía Eléctrica de Cataluña. La segunda era de capital alemán.
La primera, fundada por Fred Stara Pearson, y cuyo principal accionista era el
Canadian Bank of Comerce of Toronto, tenía como Director a Fraser Lawton, que
trataba de lidiar con las presiones ejercidas por dos grupos empresariales
(Heidamann y SOFIMA) que trataban de hacerse con la mayor parte de las acciones
después de que Pearson muriera en el “Lusitania”, barco de pasajeros hundido
por el ejército alemán.
El día 23 de febrero, en
vista de que seguía sin querer negociarse nada, CNT dio orden a los
trabajadores de la otra compañía eléctrica a que cesaran igualmente su
actividad. Así, la paralización fue total. El ejército, con Milans de Bosch a
la cabeza, tomó la empresa para hacerla funcionar. Se recobró la luz en la
ciudad, pero los cortes eran frecuentes y los militares no estaban capacitados
para afrontar las averías. CNT pasó a la tercera fase del plan, que incluía el
paro en el gas y el agua a partir del 26 de febrero. La situación se hizo
insostenible. Por un lado, Milans de Bosch movilizó, mediante bando, a todos
los trabajadores del sector de la electricidad para que fueran a trabajar a la
fuerza. Fueron pocos los que se enteraron porque los periódicos estaban
parados. Por otra parte, Lerroux pidió soluciones al Gobierno Central, quien
cambió al Jefe de la Policía y al Gobernador Civil. Carlos Montañés, en su
nuevo cargo, instó a Lawton a negociar con la CNT y tras 45 días de conflicto
se acordó la readmisión de los despedidos, y la jornada laboral de ocho horas,
además de la excarcelación de todos los presos. Aunque en el mundo obrero
habían muchos que optaban por esperar a que se cumplieran los acuerdos antes de
volver al trabajo, en una histórica reunión celebrada en la antigua Plaza de
Toros de Las Arenas, el Noi de Sucre,
Salvador Seguí, uno de los excarcelados, convenció a los obreros a que
volvieran a sus puestos de trabajo, dando el acuerdo por bueno.
El 20 de marzo se volvió al trabajo, aunque desde un primer momento algunas empresas informaron de que no podrían cumplir con lo acordado. Para algunos sectores la imposibilidad era real a corto plazo. Para la mayoría, fue una estrategia. El Conde de Romanones solicitó a Milans de Bosch que pusiera en libertad a los presos que aún quedaban en las cárceles, pero este, apoyado por la Patronal, retrasó deliberadamente las excarcelaciones. Los grupos obreros asumieron que el proceso había sido un engaño, volviendo a la huelga el día 24 de marzo, cayendo en una ilegalidad, que definía que ésta debía de ser avisada con quince días de antelación. Se encontró la excusa que se buscaba y se declaró el estado de guerra. Los militares tomaron la ciudad, abriendo los comercios a la fuerza. El somatén[4] contaba con 8.000 agentes en Barcelona y con el beneplácito de los empresarios. Hubo cientos de detenciones de nuevo y algún asesinato, como el de Miguel Burgos, secretario del ramo de curtidores de la CNT.
En estas fechas se crea
la Federación Patronal Española, encabezada por el sector más duro de la
Patronal. Desde un primer momento mostró un rechazo total a los acuerdos. Sus
buenas relaciones con Bravo Portillo tuvieron como consecuencia que éste
abriera una especie de agencia parapolicial, que colaboraba con las fuerzas del
orden y los patronos, a través de la que se comenzó a elaborar un fichero de
sospechosos y de acciones de los sindicalistas, que años más tarde se conocería
como el Fichero Lasarte. El Gobernador Civil seguía empeñado en reducir la
tensión, pero el poder lo tenía Milans de Bosch, llegando a expulsarle de la
ciudad el 13 de abril.
Un día después tomó
posesión del cargo de jefe de Gobierno Maura, que inicialmente, y a falta de una
mayoría parlamentaria suficiente, pactó con la Lliga Regionalista. Para
entonces, con el Somatén practicando detenciones indiscriminadas, y los grupos
de acción vinculados a la CNT cometiendo atentados, la agencia de Bravo
Portillo encontró el ambiente adecuado para desarrollar su labor. En un primer
momento, a su puerta llamaban empresarios solicitando que se dieran palizas a
determinados obreros, o provocar incidentes dentro de una empresa para obtener
efectos deseados. Para garantizar la efectividad de las acciones, Bravo
Portillo y sus hombres se hicieron con números confidentes del entorno de la
CNT. Pero a finales de abril la cosa pasó a mayores, ya que se le encargó un
asesinato. Pedro Masón, secretario del ramo de la construcción, era un impedimento
claro justo en el sector más duro de la Patronal. Aunque el atentado falló,
resultando herido, hablamos del primer acto de terrorismo patronal y
parapolicial de la época, aún siendo conscientes que ya había habido actos
parecidos anteriormente, aunque no tan bien delimitados como a través de esta
agencia.
La reacción no se hizo
esperar y los pistoleros de los grupos mataron el 8 de mayo a un capataz de una
empresa de Girona. El sector de la Federación Patronal, preocupado porque
algunos de sus compañeros seguían empeñados en negociar con los obreros,
encargó a Bravo Portillo que impidiera los acuerdos. El 17 de julio sus matones
mataron a Pau Sabater, destacado agente sindical. A la par, Seguí y Pére Foix,
pilares básicos de aquella CNT, llegaban a acuerdos internacionales con Rusia y
Portugal para una colaboración conjunta.
El asesinato de “El
Tero”, como se le conocía a Pau Sabater, llegó al Parlamento. Durante su
entierro, al que acudieron cerca de 10.000 personas, se vivieron momentos de
tensión al desviarse la comitiva hacia la Gran Vía (el féretro cayó al suelo
durante el altercado). En Madrid se pidieron explicaciones y se nombró nuevo
Gobernador Civil, Julio Amado, con un cometido claro: pacificar la ciudad a
través de una especie de parlamento laboral entre obreros y patronos, que si
funcionaba correctamente en Barcelona, sería ampliado al resto de España. Bravo
Portillo tuvo que cerrar su agencia, aunque no se tomaron sobre él más que
medidas simbólicas, y siguió residiendo en la ciudad.
Habían perdido el empleo
70.000 trabajadores entre los despidos y los lock-out (la huelga de empresarios, es decir, cierres momentáneos
de empresas). Julio Amado usó sus influencias para lograr que se readmitiera a
buena parte de ellos, levantó el Estado de Guerra y propuso la Comisión Mixta
que inició sus reuniones el 2 de septiembre con cinco delegados por grupo.
Los pistoleros tenían
claro que lo de Bravo Portillo no se solucionaría con una simple amonestación,
y tres de ellos lo mataron el día 5 de septiembre. Los colectivos obreros lo
festejaron abiertamente pero, como de costumbre, tuvo consecuencias no
esperadas. Murió el Jefe, pero la banda lo cambió por otro, el Barón de
Köening, alemán de procedencia, y espía experimentado además de estafador
habitual. Su cometido fue claro, servir de grupo de acción para la patronal y
la policía corrupta, ofrecer información, ampliar la red de confidentes e
incluso, si era necesario, inventar conspiraciones o falsos atentados. El
objetivo final, evitar la adopción de un acuerdo en las Comisiones Mixtas, que
comenzaron sus negociaciones el día 8 de septiembre. El día 16 de septiembre
llegaron a término, a la par que se cometieron dos atentados, uno por bando,
con el que la Patronal trató de hacer ver al Gobernador Civil que Seguí y el
resto de delegados obreros no tenían intención de pacificar las cosas,
permitiendo que los suyos siguieran con su pistolerismo.
Julio Amado dejó unos
días de reflexión, coincidiendo con el Congreso Patronal que se desarrolló en
Barcelona, a pesar de la huelga de todos los servicios que podían necesitar los
patronos que acudían de otras zonas del país (transporte, hostelería, etc.). El
nuevo líder de la patronal, Graupere, e igualmente del ramo de la construcción,
propuso un Lock-Out general, que era una medida sin precedentes. La Patronal
tenía claro que iba a llevarlo a cabo, a pesar de que el acuerdo de la Comisión
Mixta se firmó el día 11 de noviembre, con la mediación de Milans de Bosch, a
quienes los propios patronos habían querido forzar a la ruptura del acuerdo
encargando al Barón de Köening un falso atentado en la sede de Capitanía
General.
El 1 de diciembre de 1919
comienza el Lock-out, también denominado en los ambientes sindicalistas como
“Pacto del Hambre”. Las familias pasaron a tener muchas más dificultades que
antes, con lo que para el Somatén y la Banda de Köening fue mucho más fácil
captar confidentes a cambio de dinero. Uno de ellos fue Inocencio Meced, que
entonces estaba tubérculoso y necesitaba medicinas, y que años después
protagonizaría el asesinato de Salvador Seguí.
Durante diciembre hubo
numerosas agresiones, contra obreros y patronos. Pistoleros y la Banda de
Köening camparon a sus anchas, a la par que en Madrid se desarrollaba el
Congreso de la CNT, donde se adoptaba la forma de anarcosindicalismo, uniéndose a la III Internacional de Lenin. El fracaso
en la pacificación de Julio Amado, provocó un nuevo cambio de Gobernador Civil.
El Conde de Salvatierra, inauguró su cargo reprimiendo por la fuerza un intento
de fuga de la cárcel La Modelo el mismo día de Navidad.
Los primeros días de 1920
fueron muy violentos, con atentados sobre Salvador Seguí y Graupere (los dos
líderes de las dos tendencias, ambos infructuosos) y contra otro miembro de la
Banda de Bravo Portillo, que trabajaba ahora para Köening. El día de Reyes,
Milans de Bosch declaró de nuevo el Estado de Sitio, y la Patronal dio por
finalizado el Lock-Out.
El objetivo de la
Patronal fue en todo momento forzar el debilitamiento de la CNT. Si el Lock-Out
no había conseguido su propósito, otra fórmula era obtener la información de
los activistas. No sabían nada de los pistoleros, y para eso estaba el Barón de
Köening. Mientras el jefe de la Policía, Arlegui, y el Somatén seguía con las
detenciones, los patronos encargaban de manera generalizada a la Banda que
indagara quiénes eran los que movilizaban a los trabajadores en sus empresas.
Además, pagaban bien, pero no siempre se obtenía la información deseada, con lo
que bastaba con inventársela. La Patronal cedió a la Banda mucha confianza, no
solo para obtener información, sino también para encargar palizas y asesinatos.
A la par, dejaban a un lado al Conde de Salvatierra, del que pensaban que
quería negociar de nuevo con los sindicalistas.
La violencia continuaba.
Solo en marzo murieron cinco patronos, además de otro francés en febrero, que
levantó eco internacional. Arlegui especializó a dos agentes para que
entablaran conexiones diarias con la Banda de Köening, que a su vez ampliaba su
oferta con servicios de guardaespaldas. En abril, se comenzaron a ver las
carencias del Barón, quien no conseguía obtener información de los activistas,
que actuaban impunemente. Trató de inventárselos para recuperar prestigio,
informando de una detención en un café donde previamente se habían alojado
explosivos. Los detenidos eran sindicalistas de a pie. La última semana de mes
fue una auténtica batalla campal de tiroteos en plena calle, así como de nuevos
atentados. En un certamen poético nacionalista hubo un altercado que el Barón
no supo prever, lo que generó mucho malestar en el nacionalismo moderado. Armengol,
miembro de la banda, confesó todo. Y el hecho de que se hiciera público no hizo
sino agravar la tensión. Esa era la prueba irrefutable de que tanto policía
como Patronal habían usado servicios de matones para amedrentar trabajadores.
Con Eduardo Dato en el poder, la deportación de Köening, el cese del Conde de
Salvatierra y la llegada de Bas, que quería proseguir lo iniciado por Julio
Amado, es decir, la negociación, se dio otra oportunidad a la pacificación.
Para la Patronal, una vez
hecho público, el uso de Bandas Parapoliciales había llegado a su término por
el momento. Los otros medios no tardaron en llegar, tras la fulgurante
proyección de un nuevo sindicato, el Libre, de origen Carlista y profundamente
anti-anarquista. Esos eran los buenos trabajadores. Bas, por su lado, tendió la
mano a los sindicalistas, con lo que los grupos de activistas pudieron
reorganizarse.
Mientras, a los
pistoleros aun les quedaban asuntos pendientes. Envueltos en la espiral de
odio, se les acumulaban las cuentas a resolver, y en los meses siguientes
fueron cayendo uno por uno buena parte de los miembros de la Banda de Köening,
así como programaron el asesinato, el 4 de agosto, del cesado Conde de
Salvatierra que residía entonces en la ciudad de Valencia. Cada tres o cuatro
días de media, había al menos un muerto por bando (entre Libre y Único) además
de pequeñas detonaciones y agresiones continuas. La Patronal volvió a exigir
mano dura y a poner dificultades a Bas, para que las negociaciones de la
Comisión Mixta no fructificaran. La nobleza española se sintió muy ofendida con
el asesinato del Conde de Salvatierra, porque no estaba acostumbrada a que
aquello ocurriera fuera de Cataluña. Dato no daba su brazo a torcer y la
Patronal trató de conseguirlo encargando un atentado en el music hall Pompeya la noche del 12 de septiembre, provocando 6
muertos y 18 heridos. Los días previos a la firma fueron especialmente
violentos entre ambos sindicatos. El día de la firma hubo (la historia se repite)
un asesinato significativo, el de un patrono negociador, horas después de que
de nuevo se intentara atentar contra Seguí. A juicio de Ignacio León, “con este último intento se perdía la
esperanza de pacificar la capital catalana. Si el de Amado lo hicieron fracasar
los patronos, con Bas los principales culpables fueron los grupos”[5].
Tras la dimisión de Bas, Dato
eligió a la horma del zapato de la
Patronal. El General Martínez Anido se hizo de rogar para aceptar el cargo,
pidiendo para sí todos los poderes. El Gobierno se los concedió, porque
entendió que había llegado el momento de la mano
dura.
La estrategia de Martínez
Anido tuvo tres fases:
a.
Campaña masiva de
detenciones: se inició en la
madrugada del 19 al 20 de septiembre, con Arlegui, jefe de la Policía, como su
hombre de confianza. Entre los detenidos, no solo sindicalistas de a pie, sino
también Salvador Seguí, Ramón Arín o Lluis Companys. De la defensa de todos
ellos se encargó Layret, un diputado cercano al ideario de Seguí. Finalmente, a
los más significativos se les trasladó a un penal en Menorca.
b.
Aprobación extraoficial
del pistolerismo contra el pistolerismo: los activistas reaccionaron a las detenciones con
nuevos asesinatos. Sin una banda formal que se encargara de repeler estos
ataques, Arlegui, junto con Martínez Anido, y con el beneplácito cuando no la
colaboración directa de la Patronal, dieron rienda suelta al Sindicato Libre.
Durante el mes de noviembre se contabilizaron más de 22 muertos por ambos
bandos, incluyendo dos casos significativos: por un lado, el asesinato del
Director del Hotel Continental, vinculado al Carlismo y, por tanto, al Libre;
por otro, la maniobra política de eliminar a quien defendía a los presos pero
que contaba con inmunidad que no era otro que el Diputado Layret. Este
asesinato causó gran conmoción por dos razones: porque Layret era minusválido y
no pudo defenderse, y porque se le asesino al tiempo que del Puerto de
Barcelona salía el barco con los presos.
Tras este asesinato no cesó la violencia de ambos lados. El
inspector Espejo, hombre de confianza de Arlegui, siguió con los
interrogatorios, cacheos y detenciones mientras que el Libre disparaba donde
quería y donde le decían. La espiral de violencia no cesó en las Navidades de
1920, las huelgas se suceden al igual que los atentados contra esquiroles y el
día 18 de enero de 1921 Martínez Anido toma la decisión de preparar la tercera
fase de la operación, ciertamente sobrevenida por el asesinato de Espejo, a manos
de varios pistoleros donde había uno sobre el que se trazaron rasgos
fantásticos, que llevaba un impermeable gris, y que aparecería en distintos
momentos clave del periodo a pesar de que nunca fue detenido ni se conoció su
identidad.
c.
La Ley de Fugas: el resto de los autores
del asesinato de Espejo fueron capturados y con ellos se inauguró la denominada
Ley de Fugas, cayendo asesinados en el trayecto tras la detención. A finales de
enero y principios de febrero, el uso que Arlegui dio a este método fue masivo:
solo el día 22 de enero los servicios médicos contabilizaron hasta 36
cadáveres, la mayor parte de ellos tiroteados por la espalda. El día 9 de
febrero, el diputado Julián Besteiro preguntó en el Parlamento sobre esta
cuestión, lo que obligó a cambiar de procedimiento: la policía detenía a un
sospechoso, se le ponía en libertad, y cuando salía de las dependencias
policiales era tiroteado por desconocidos que huían. Aún así, a medio plazo la
Ley de Fugas se volvió a aplicar y se extendió, como reflejaba la cita inicial
de este trabajo, a Madrid, Valencia y otras grandes ciudades.
La obsesión de los
pistoleros de la CNT, así como de parte de la cúpula, fue vengarse de Martínez
Anido en cuanto fuera posible. Muchas veces intentaron asesinarle sin conseguirlo.
Sin embargo llegaron a pensar que había que apuntar más alto, y matar a quien
finalmente había aprobado esa Ley de Fugas. Mientras todo lo dicho acontecía en
Barcelona, un grupo se había desplazado a Madrid para asesinar al jefe de
Gobierno, Eduardo Dato. Se ha escrito mucho sobre la preparación y huída
posterior al atentado, que se materializó en marzo, y que fue realizado desde
una Moto con Sidecar y un gran faro rojo según los testigos, directamente sobre
el coche oficial, con matrícula ARM-121. Pero lo cierto es que en la Rosa de foc no cambió nada. Martínez
Anido estaba convencido, y ahora con más motivo, de que la dura represión era
el único camino a seguir.
Y lo cierto es que no se
equivocaba. Con la llegada de la primavera los atentados vinculados a los
grupos disminuyeron. Las detenciones, y los asesinatos del Libre hicieron mella
psicológica. A su vez, las redadas contra los recaudadores de la CNT pusieron
en peligro la situación económica. El clima de desconfianza era plausible. Por
primera vez, la policía o el Libre se anticipaban a parte de los movimientos,
con lo que en los grupos de acción había un auténtico miedo al confidente, que
estaba en todos lados.
La burguesía estaba muy
satisfecha. La cúpula de la CNT, prácticamente desarticulada y se acusaron a 83
personas de terrorismo, pocas para los centenares de detenciones que se
produjeron. Tanto Martínez Anido, como el Libre, destensaron un poco la cuerda.
El primero, porque quería pactar con la Lliga, y los segundos porque en definitiva,
y de base, tenían sus propias reivindicaciones obreras. Los ojos de casi todos
miraban cómo se consumaba el Desastre en Marruecos. Con la entrada de 1922, y
la caída del gobierno de Maura, la Patronal recibió otra buena noticia: el
gobierno de Sánchez Guerra nombró Capitán General de Cataluña a Miguel Primo de
Rivera, que para entonces ya buscaba apoyos para su levantamiento.
El objetivo político fue
entonces que los sindicatos se unificaran, para simplificar las negociaciones y
rebajar la violencia. Lógicamente, los afiliados de CNT y Libre no querían
saber nada de aquel acuerdo. A la par, Martínez Anido evidenciaba sus
diferencias con Sánchez Guerra, llegando a dimitir. Finalmente se arregló,
porque había interés en que permaneciera en el cargo, porque la calma relativa
daba opciones a la CNT de iniciar nuevamente sus acciones.
La CNT reconfiguró
progresivamente su organigrama, y se desvinculó de la III Internacional para
sentar las bases de la futura Federación Anarquista Ibérica. En el trasfondo
político, se seguía con la obsesión de lograr una revolución a la rusa, pero un
año antes Andreu Nin había viajado a Rusia siendo recibido por Trotsky, quien
tras conocer el actual estado de la situación en Barcelona le comentó que en
esas circunstancias no había posibilidades. Los distintos grupos vieron la
necesidad de desmarcarse de esa línea y buscar financiación por otros lados,
porque seguían creyendo en el objetivo de la revolución. Comienza la etapa de
los atracos, por parte de pistoleros asociados a los grupos, y el primero de
todos ellos, el del Tren de Pueblo Nuevo, causó honda impresión.
El Libre tenía sus
encargos y sus obsesiones. Una de ellas era Ángel Pestaña, uno de los
dirigentes de la CNT que, ahora, en situación de menor riesgo, viajaba dando
mítines en los que criticaba fuertemente tanto a Martínez Anido como a su
organización. La solución llegó pronto. En un mitin en Manresa, el 24 de agosto
quisieron matarle, dejándole gravemente herido. Sánchez Guerra exigió a Martínez
Anido que le protegiera, y éste muy a regañadientes tuvo que hacerlo, frente a
quienes deseaban rematarle en la propia clínica.
Los Justicieros, El Crisol o Los Solidarios fueron algunos de los
nuevos grupos de acción que se creaban en el entorno de la CNT. Arlegui pensaba,
y no le faltaba razón, que buscaban financiación para organizar una especie de
ejército clandestino. Para entonces Pére Mártir Homs era el nuevo Bravo
Portillo de la ciudad, y organizó su propia banda a las órdenes de la Patronal
y de la policía. Algo se movía y había que desenmascararlo. El método, el mismo
que en otras ocasiones: un falso atentado preparado por Inocencio Meced, el eterno
confidente, contra Martínez Anido. Brindaron la posibilidad a los grupos de
acometerlo, que no dudaron en aceptar. La farsa se saldó con varios muertos y
heridos, uno de los cuales, tras una larga persecución, y apunto de morir,
pidió ver al Fiscal Diego Medina para explicarle el falso atentado. Éste, que
tenía buena comunicación con Sánchez Guerra, le informó de inmediato. El
Gobierno actuó en plena madrugada, destituyendo a Arlegui de su cargo por los
métodos empleados, y aceptando la dimisión de Martínez Anido después. Cesaron
de golpe las redadas y los nuevos interrogatorios. Comenzaba otra nueva etapa,
la última, de esta espiral de violencia que alcanzaba ya cinco años de
existencia.
La CNT aprovechó la
llegada del nuevo Gobernador Civil, el general Ardanaz, para tratar de
legalizar su situación, recibiendo respuesta afirmativa, aunque meses más
tarde. El Libre trató de variar de estrategia, firmando un pacto de no agresión
con la CNT, propuesta que sus dirigentes aceptaron, pero que los grupos de su
entorno no. Había corrido mucha sangre y las cuentas seguían sin estar
saldadas. Fue, en definitiva, la incapacidad manifiesta de los más extremistas de
saber poner fin a un despropósito, la huida adelante del terrorista que
necesita seguir dando sentido a los actos que ha venido cometiendo. Hubo
huelgas y tiroteos que trataron de frenar el acuerdo. Seguí se mostró a favor,
desvinculando a la CNT de las actuaciones de los grupos. Esta paz sindical, que
tendía sobre un filo hilo, duró tácitamente varios meses, pero que al noi de sucre le costó la antipatía de un
fuerte sector de los suyos, que trataron de reunir pruebas y materiales en su
contra, usando los mecanismos de partido para someterle a juicios internos y
cuestionar su figura. Por otro lado, para noviembre caía el gobierno de Sánchez
Guerra, tomando el mando García Prieto, lo que provocó la llegada de un nuevo
Gobernador Civil a la ciudad (Raventós) y a su vez nuevos cargos en la policía
barcelonesa, entre los que se encontraba Julio Lasarte, lo que hizo desconfiar
a los sindicalistas.
Los actos terroristas
fueron mínimos, para lo acostumbrado en años anteriores. 1923 empezó sereno,
con Seguí como líder, reorganizando los comités obreros en base a demandas
laborales ajustadas a su ramo (por ejemplo, la construcción exigía medidas de
higiene y habitabilidad en las viviendas que se construían, no solo demandas
laborales ajenas al trabajo desempeñado). A pesar de varios asesinatos durante
el mes de febrero entre grupos de afinidad de la CNT y gente del Libre, la paz
sindical se contuvo. La preocupación era otra. Entonces, en algunos círculos ya
se sabía que Primo de Rivera preparaba su levantamiento. Por otra parte, los
grupos de afinidad, desvinculados de forma manifiesta de la doctrina de Seguí,
preparaban nuevas acciones para lograr la ansiada revolución.
Seguí se configuraba como
una figura significativa dentro del panorama político nacional. Para algunos,
había sabido atraer a la CNT a un camino democrático, organizando las
federaciones a través de la consecución de demandas laborales que iban
cristalizando. El Seguí político, pacifista si se quiere, era para la Patronal
mucho más peligroso que el que justificaba la violencia o el que, al menos, no
mostraba un rechazo claro. Y principalmente porque a través de huelgas y
negociaciones la Patronal perdía terreno, accediendo a mejoras que los círculos
más intransigentes no estaban dispuestos a dar. El clima violento beneficiaba
más, porque permitía que la Patronal tuviera de su parte sin ningún miramiento
al núcleo político catalán. Con violencia, las razones no existen. Sin
violencia, todas las reivindicaciones eran factibles. Pére Mártir Homs iba a
prestar uno de sus últimos servicios, que era organizar su asesinato. El día
previsto, 10 de marzo de 1923, Seguí tenía una reunión con Foix, para hablar
sobre las reuniones que se celebraban en el Casino Militar para organizar el
levantamiento militar. De camino a la cita, Inocencio Feced, a sueldo de Homs,
que a su vez estaba a sueldo de otros, le quitó la vida disparando igualmente a
su acompañante.
Con este asesinato, la
Patronal no consiguió el efecto deseado. A pesar del multitudinario entierro de
su secretario Francesc Comas (ya que a Seguí le enterraron rápidamente para
evitar disturbios) y de las huelgas de protesta desarrolladas, la CNT tenía
previsto seguir con la misma línea, y los grupos de afinidad estaban demasiado
molestos con la actitud del noi de sucre como
para emprender una campaña de venganza. Ante la repercusión suscitada en todo
el país, el Rey solicitó a Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, que
localizaran a los culpables. Las redadas, curiosamente, las hizo la policía
entre anarquistas y en aquel momento nada más se supo de sus asesinos.
Hasta el 13 de septiembre de 1923, fecha en la que finalmente se
produjo el alzamiento, los activistas del entorno de la CNT, organizados en
grupos independientes, participaron en nuevos atentados y asesinatos contra
gente del Libre. Pero su objetivo principal era preparar una lucha armada, una
revolución violenta, incrementando los robos organizados como el del Banco de
España de Gijón. Para entonces, comenzaba a sonar abiertamente el nombre de
Buenaventura Durruti.
[1] Federación Patronal de Cataluña: A los federados de
la Patronal de Cataluña. Barcelona. Arxiu Históric de la Ciutat de Barcelona.
Fulls volanders. 1922, s.n.
[2]
En PERE FOIX. los archivos del terrorismo blanco. el fichero Lasarte 1910-1930.
Ediciones La Piqueta. Madrid. Pág. 70
[3] LEÓN,
IGNACIO (1981). Los años del
pistolerismo. Planeta. Barcelona. Pág. 15.
[4] Institución
española de carácter parapolicial que tuvo su origen en Cataluña. En sus inicios fue un cuerpo armado
de autoprotección civil, separado del ejército, para propia defensa y la de la
tierra.
[5] LEÓN,
IGNACIO, 1981, Pág. 147.
Muy buena exposición de esos hechos históricos.
ResponderEliminarExcelente exposición.
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